Robert Graves se definía como poeta. Su ocupación “escritor”. Decía que “criaba perros con pedigrí para alimentar a sus gatos”. Los perros eran sus libros, los gatos sus poemas.
Desde que tenía quince años la poesía ha sido mi pasión dominante, y nunca he emprendido intencionadamente tarea alguna ni establecido ninguna relación que pareciera inconsistente con los principios poéticos, lo que a veces me ha valido la reputación de excéntrico. La prosa me ha servido para ganarme la vida, pero la he utilizado como medio para agudizar mi percepción de la completamente distinta naturaleza de la poesía, y los temas que elijo siempre están vinculados en mi mente con importantes problemas poéticos.
Robert Graves, La Diosa Blanca 1948
Y así fue. Sus catorce novelas, todas traducidas al español, son mayormente históricas como Yo, Claudio, El conde Belisario, La hija de Homero, Rey Jesús, Las islas de la imprudencia, La aventuras del Sargento Lamb, La Historia de Mary Powell, o Ahorcaron a mi santo Billy se ciñen a su interpretación de la historia. Generalmente tiene una visión poco convencional aunque avalado por documentos históricos. Otros como El sello que naufragó concierne la filatelia que le interesaba, o Siete días en Nueva Creta, es una novela futurista basada en sus ideas en La Diosa Blanca.
Un parte importante de su prosa es investigativa: La Diosa Blanca, trata sobre las religiones arcaicas y su vínculo con la poesía, y viene a ser su testamento poético; Los mitos griegos es una recopilación e interpretación en una forma lógica de estos mitos; Los mitos hebreos, recoge e interpreta el libro de Génesis. Su bibliografía incluye también traducciones del latín y del griego, castellano y francés, libros infantiles, recopilaciones de ensayos, relatos cortos, y conferencias. Y naturalmente su memorias escritas a la edad de 34 años, Adiós a todo eso.
Su poesía se desarrolla desde los juveniles y sus poemas anti guerra, a un periodo metafísico, para establecerse en una poesía de amor dedicada a su musa, la “diosa blanca”.